En las fiestas del conejillo de pascuas todo es algarabía, muchos juegos y paseos. No había clases en la escuela, y todas las niñas y niños juegan desde temprano en la mañana hasta la hora en que te llamaban a dormir, exceptuando las horas de comer y las siestas obligadas. La llamábamos así por el hecho de tener que ir a tu habitación después de comer a dormir sin sueño, cosa que nunca hacíamos, sino que en la tranquilidad de la siesta mi hermana y yo jugábamos a la gentecita. La gentecita era un juego inventado por nosotras, el cual consistía en recortar figuras de personas o caricaturas de las revistas y con ellas inventar personajes elaborando historias en las que nosotras hablábamos por ellos fingiendo nuestras voces. Estos personajes vivían en casitas de cartón y mobiliario también de lo mismo, que nosotras diseñábamos. Mi tía Jesusita decía que el sonido de nuestras conversaciones era como el ruido abejones cuando le poníamos voz a nuestra gentecita. Era el mejor juego cuando recibíamos un castigo por causa de alguna travesura, podíamos pasar horas jugando con aquellas figuritas. Solo en las fiestas de esta semana en la que suspendían las clases, contábamos los minutos de la siesta, en la que el juego de la gentecita era olvidado por la diversión de los juegos familiares, donde lo más divertido de estas fiestas del conejillo de pascuas, era que los padres formaban parte de nuestros juegos combinados de adultos y niños, donde todos participaban.
Recuerdo una de estas fiestas celebrada en la casa de abastos, el cual era administrado por el señor Berselius padre de mi amiga Goldie y que llamaban colmado alemán del barrio de los alemanes. No era un colmado propiamente dicho, de esos que hoy se llaman así, era la pulpería (término español de abastecimiento) algo así como la despensa de los inmigrantes, donde se podía encontrar las cosas a lo que estaban acostumbrados nuestros padres y madres, las cervezas y maltas de ellos y las culinarias de ellas, también los sabrosos chocolates, pan y quesos suizos enlatados que llegaban importados. No se de donde salió la palabra colmado, pues se encontraba esta despensa de alimentos en una de las habitaciones de la casa de Goldie, que ni siquiera se mostraba al público.
Recuerdo una de estas fiestas celebrada en la casa de abastos, el cual era administrado por el señor Berselius padre de mi amiga Goldie y que llamaban colmado alemán del barrio de los alemanes. No era un colmado propiamente dicho, de esos que hoy se llaman así, era la pulpería (término español de abastecimiento) algo así como la despensa de los inmigrantes, donde se podía encontrar las cosas a lo que estaban acostumbrados nuestros padres y madres, las cervezas y maltas de ellos y las culinarias de ellas, también los sabrosos chocolates, pan y quesos suizos enlatados que llegaban importados. No se de donde salió la palabra colmado, pues se encontraba esta despensa de alimentos en una de las habitaciones de la casa de Goldie, que ni siquiera se mostraba al público.
Estábamos recién llegados a la cuidad de San Cristóbal, papá fue contratado para trabajar en la fábrica de armas y pasamos a residir en el barrio que todos llaman La armería. Solo mi hermana y yo podíamos hablar con las amigas nuevas porque nosotras sabíamos español, algo de lo que yo presumía, ya que ninguna de las inmigrantes sabía, solo las hijas del pintor Vela además de nosotras también lo hacían, pero ellas eran muchachas grandes. Para Rossalin, Anny, Gissela, Goldie, Marcel, Pierre, Boby, Pietro, Italo y otros que escapan a mi memoria por ser mayores que nosotros, era difícil comunicarse, pues todos eran de diferentes nacionalidades entre otras española, judía, austríaca, alemana, francesa, húngara, suecos y todos mezclados, y yo me sentía muy importante tratando de traducir los grupos, y debo admitir que muchas veces traducía a mi conveniencia!... !cuantas trampas y travesuras hice con este poder!. Una vez jugando a que parte del pollo me gusta, le traducía con bromas y los hacía repetir las barbaridades que yo inventaba sobre la marcha, mientras los que sí entendíamos nos desternillábamos de la risa, frases como por ejemplo: me gusta el muslo del pollo y yo traduje me gusta el culo del pollo, ellos repetían y reían sin entender el motivo de las risas de los que sí hablaban español.
El día del conejo pascuas era para mi el mejor día del año sin contar la navidad aunque se parecen mucho. Las vacaciones, las playas, los paseos al parque de la cuidad y las ferias mecánicas o gitanas eran disfrutados por todos, eran fiestas familiares donde todas las familias vecinas, se reunían en uno solo de los hogares para celebrar. El primer día, todo estaba preparado de antemano, los juegos, las comidas y algo que me gustaba mucho y disfrutaba al máximo era pintar y decorar huevos ya cocidos, para competir por el más raro y divertido. En eso nos pasábamos las mañanas, pintándolos con crayolas de colores, haciendo caras de reyes con bigotes y barbas de algodón, caras de conejos, floreados etc., luego el corredero de los niños para buscar las canastas con huevos de chocolates y el juguete que dejó para nosotros el conejillo de pascuas, las cuales eran escondidas por nuestros padres en cualquier lugar de los jardines, debajo de los arbustos y detrás de los tarros o masetas de flores, y que nosotros los pequeños debíamos encontrar al son del coro de los padres que reían mientras coreaban: "frío... tibio... caliente... muy caliente", la intensidad del calor era lo que te advertía que tan cerca estabas de encontrar tu canasta con huevos de chocolate.
Con libertad de comer chocolate todo el día después de encontrarlas, el temor de este juego residía en quedarte sin canasta, pues eran contadas según el número de niños, para colocar una menos. Les confieso que recordar la algarabía de andar de prisa de aquí para allá, cuidando de que el coro de tu padre no se confunda con el de otro para acertar en el lugar de una canasta con huevos de chocolate, era provocadora de grandes angustias. Aunque todas tenían lo mismo, el juguete que traía hacía la diferencia para la pregunta: ¿qué te trajo el conejillo? que parece mucho a ¿qué te dejaron los reyes?
Ahora, mientras recuerdo esta parte de la fiesta yo pienso que los padres se divertían a costillas nuestras, pues mientras ellos mostraban cara de asombro fingido ante el niño o niña que se quedaba sin canasta de dulces y nosotros empañados de tristeza por el se queda con las manos vacías, a ellos se les ocurría preguntar: ¿y ahora que hacemos?... todo el mundo en silencio... hasta que nos mirábamos unos a otros y a pesar de agarrar fuerte mi canasta, tome la iniciativa de darle un poco de mis chocolates... !los aplausos no se hicieron esperar! y luego todos hicieron lo mismo... el tonto y lento Marcel que era francés no lloró porque se quedó sin canasta de huevos, aunque sus ojos se aguaron... !que no van a creer! acabó con más huevos de chocolate que nosotros los habíamos logrado encontrar los nuestros. Ahora me pregunto ¿Marcel era realmente tonto y lento como todos creíamos?... pero que lindo lo que nos enseñaron nuestros padres con ese juego, compartir lo que tienes, con los que no tienen.
Luego que ya teníamos nuestras canastas de huevos de chocolate, venía la competencia de los padres, explotar con selvatanas los lindos, grandes y coloridos globos que ya nos habían entregado para que corriendo de un lado a otro tratáramos de evitar que el nuestro no fuera el blanco de ataque. El globo que sobreviviera era el campeón, y el padre que más globos explotara igual lo era también. Recuerdo esta fiesta porque me entristeció que papá explotara mi globo y no me dejara ser campeona, yo estaba ganando con Goldie, ella cayó al suelo y al intentar ayudarla descuidé mi globo. Aunque no lloré porque no gané, reclamé a papá que yo era su hija y debió dejarme ganar, me contestó que no siempre se gana... !caramba! pero si yo nunca había ganado.
Goldie si que lloró, pues en su rodilla se golpeó muy feo. Ella era mi amiga preferida después de mi hermana y me dio mucha pena escuchar sus alaridos gritando porque le picaba el alcohol de la cura. Luego de esto ya agotados, descansábamos. Entonces venía el juego de fútbol en plena calle, todos los padres y los hijos varones formaban los equipos, las mujeres y las niñas en las aceras daban apoyo al bando donde estuvieran nuestros padres y hermanos. Ese fue el día de las rodillas peladas, papá cayó y se golpeó tratando de evitar un gol, por supuesto que no lloró con la cura, los hombres no lloran.
Ya al anochecer, la gran cena por las competencias de las madres, donde cada una de ellas preparaba su mejor plato, el de mi madre realmente no era hecho por ella sola, papá era el mejor cocinero, y hacía que ella fuera la campeona de algunas de esas fiestas con su especial jamón de cerdo gelatinado, esto era sabroso. Una gran mesa donde todos tenían caretas o antifaz de conejos, en muchos y vistosos colores, los adultos y los niños también. Al final, el gran cine en el patio, donde montaban el telón. Era realmente divertida la fílmica de todos jugando, riendo, cayendo, bailando y comiendo.
Ya terminada esta fase, muchos debieron ser cargados a sus camas dormidos en pleno cine, mareados otros de por haber comido tantos dulces mas la rica cena y muertos de cansancio los más. De camino a mi casa iba arrastrando los pies, miraba hacia la gran mesa donde los padres tomaban asiento, riendo y levantando sus jarras de cervezas, mientras las madres acostaban a los hijos para luego regresar con los padres a seguir la fiesta.
Mi hermana y yo que siempre comentábamos los acontecimientos de una cama a otra, apenas podíamos mover los labios para responder mutuamente los comentarios que hacíamos o los planes del juego que intentaríamos en la mmmaa... ñaa.... nnaaa.
La mañana llegó, el dolor de cabeza y flojera intestinal agarro a casi todos, y como no! comer tantos chocolates sin control no era para menos. Pero en la tarde ya estaban todos jugando de nuevo, esta vez viene la repetición de la película familiar, era la edición del mejor plato y la mejor acción en los juegos. El mejor plato de esa fiesta lo ganó la madre de Rosslin, la señora Bertha con la tarta de maicena, eso estuvo rico. Fue el plato que todos pidieron repetir. No podía creerlo... pero !yo gané la mejor acción!... perdí mi globo por ayudar a mi amiga Goldie que cayó lastimando su rodilla y aunque todos compartimos con Marcel los dulces, yo fui quien inició la acción, por tanto la canasta perdida, fue para mi!... nuestros padres tenían una particular forma de enseñarnos. Cuando compartes lo que tienes con los que no tienen, lo compartido regresa a ti redoblado es, decir que cuando ayudas !eres recompensado!
Hubieron muchas fiestas del conejillo de pascuas pero esta nunca la olvidé, realmente fue muy especial para mi, yo gané la buena acción que no solo me premió, sino que me ganó también la admiración de los adultos. Después eso me sentía la preferida de todos. Creo que por eso es una de las fiestas que siempre recordaré, yo nunca hasta ese momento gané nada en las fiestas, pero en esa me fue muy bien, esa fue mi fiesta!
Esta celebración familiar no fue compartida con los nuevos vecinos, no fueron invitados, creo que no los conocíamos suficiente. Pero la realidad es que ellos celebraban otras cosas, entre ellas la muerte del Cristo Jesús clavado en una cruz, La muerte del Judas colgado, ahorcado y quemado y se la pasaban muy recogidos en casa y yendo mucho a la iglesia en una especie de duelo y luto por la pérdida. Eso lo aprendímos luego de ir al colegio con las monjitas.
Tiempo después ya compartíamos mas con los nuevos amigos del barrio y cuando ya entramos en confianza, en mi nuevo papel de traductora del grupo, mi amiga Martha me dijo lo que sus padres dijeron de nosotros por causa de nuestras actitudes de celebrar fiestas en tiempo de semana santa: esas gentes son locas. Le conté a mi madre, y mi tía riendo dijo que ella también pensaba lo mismo, por eso discutía siempre con mi padre, por no asistir a la iglesia como todos en semana santa. Era un problema cultural, pues mi madre viene de una familia muy católica, mientras que mi padre... ¿saben que nunca supe a que religión pertenecía?... cuando le pregunté el porque no íbamos a la iglesia como todos los vecinos, contestó que eso era muy aburrido. Yo pude confirmar eso cuando daban misa en el colegio, siendo aún muy niña, confirmando que mi padre nunca mentía. Ya adolescente, me parecía entretenida la misa con todo y sermón, pues era un medio que favorecía la reunión de mi grupo de amigos y amigas. Así que mientras llegué a esa etapa de la adolescencia, en el trayecto de mi niñez, aprendí a tener miedo en semana santa y a disfrutar de las fiestas familiares del conejillo de pascuas en esas vacaciones.
Se manifestaba entonces, un contraste conductual con una celebración en direcciones opuestas en el barrio de La armería, fiesta celebrando las pascuas y recogimiento en semana santa con la rememoración de la muerte de el Cristo Jesús. Así que la opinión de los vecinos frente a nuestras actitudes diametralmente opuesta a la cultura local, no se puede considerar ofensiva. Nosotros irrumpimos en una cultura, en lo que hoy yo opino refiriendo a esta vivencia, que mientras ellos sentían pena por la muerte de Jesús, creo que en mi grupo celebrábamos las pascuas de su resurrección.
Toda actitud o comportamiento social de los individuos en grupo está sujeto al tiempo, el lugar y la persona. El tiempo implica la edad de la persona y época del suceso cultural. El lugar es donde se manifiesta dicho suceso, el cual tendrá las características propias una cultura determinada, donde la persona según su edad asumirá las actitudes propias aprendidas.
Una cultura particular puede ser alterada en la forma de manifestarse cuando entra la transculturación, este es un fenómeno cultural donde la formación de la personalidad básica de los individuos puede sufrir cambios por las mezclas de nacionalidades con culturas y creencias diferentes.
Los inmigrantes acaban por ceder ante las influencias y novedades del nuevo grupo con el que tienen que interactuar, y si son minorías en esos grupos, sus influencias serán nulas, por lo que se ven precisados acatar las del grupo grande al cual se integran, perdiendo fácilmente sus raíces culturales a menos que se ocupen de mantenerla de a través de generaciones.
Con el tiempo mis aprendizajes culturales propios y extraños se confundieron para formar uno nuevo e igualmente interesante y atractivo, sin embargo mis nietos dominicanos Yruska y Xavier, asumen las corrientes culturales actuales de que semana santa es para pasear, divertirse y gozar en familia de las vacaciones de la cuaresma en playas, piscinas y comer habichuelas con dulce, del otro lado mis nietos extranjeros Lorenza y Dominic disfrutan por igual de ese tiempo con el conejillo de pascuas recibiendo y compartiendo sus canastas con huevos de chocolate y desear a todos felices pascuas de resurrección.
Gracias por participar de este nuestro blog. No olvides dejar tu comentario. FLAVIA PEGUERO.
(Propiedad intelectual y creación de la administradora de la página Flavia Peguero (sitio web) protegida por ley 65-00 de la República Dominicana con aval internacional)
El día del conejo pascuas era para mi el mejor día del año sin contar la navidad aunque se parecen mucho. Las vacaciones, las playas, los paseos al parque de la cuidad y las ferias mecánicas o gitanas eran disfrutados por todos, eran fiestas familiares donde todas las familias vecinas, se reunían en uno solo de los hogares para celebrar. El primer día, todo estaba preparado de antemano, los juegos, las comidas y algo que me gustaba mucho y disfrutaba al máximo era pintar y decorar huevos ya cocidos, para competir por el más raro y divertido. En eso nos pasábamos las mañanas, pintándolos con crayolas de colores, haciendo caras de reyes con bigotes y barbas de algodón, caras de conejos, floreados etc., luego el corredero de los niños para buscar las canastas con huevos de chocolates y el juguete que dejó para nosotros el conejillo de pascuas, las cuales eran escondidas por nuestros padres en cualquier lugar de los jardines, debajo de los arbustos y detrás de los tarros o masetas de flores, y que nosotros los pequeños debíamos encontrar al son del coro de los padres que reían mientras coreaban: "frío... tibio... caliente... muy caliente", la intensidad del calor era lo que te advertía que tan cerca estabas de encontrar tu canasta con huevos de chocolate.
Con libertad de comer chocolate todo el día después de encontrarlas, el temor de este juego residía en quedarte sin canasta, pues eran contadas según el número de niños, para colocar una menos. Les confieso que recordar la algarabía de andar de prisa de aquí para allá, cuidando de que el coro de tu padre no se confunda con el de otro para acertar en el lugar de una canasta con huevos de chocolate, era provocadora de grandes angustias. Aunque todas tenían lo mismo, el juguete que traía hacía la diferencia para la pregunta: ¿qué te trajo el conejillo? que parece mucho a ¿qué te dejaron los reyes?
Ahora, mientras recuerdo esta parte de la fiesta yo pienso que los padres se divertían a costillas nuestras, pues mientras ellos mostraban cara de asombro fingido ante el niño o niña que se quedaba sin canasta de dulces y nosotros empañados de tristeza por el se queda con las manos vacías, a ellos se les ocurría preguntar: ¿y ahora que hacemos?... todo el mundo en silencio... hasta que nos mirábamos unos a otros y a pesar de agarrar fuerte mi canasta, tome la iniciativa de darle un poco de mis chocolates... !los aplausos no se hicieron esperar! y luego todos hicieron lo mismo... el tonto y lento Marcel que era francés no lloró porque se quedó sin canasta de huevos, aunque sus ojos se aguaron... !que no van a creer! acabó con más huevos de chocolate que nosotros los habíamos logrado encontrar los nuestros. Ahora me pregunto ¿Marcel era realmente tonto y lento como todos creíamos?... pero que lindo lo que nos enseñaron nuestros padres con ese juego, compartir lo que tienes, con los que no tienen.
Luego que ya teníamos nuestras canastas de huevos de chocolate, venía la competencia de los padres, explotar con selvatanas los lindos, grandes y coloridos globos que ya nos habían entregado para que corriendo de un lado a otro tratáramos de evitar que el nuestro no fuera el blanco de ataque. El globo que sobreviviera era el campeón, y el padre que más globos explotara igual lo era también. Recuerdo esta fiesta porque me entristeció que papá explotara mi globo y no me dejara ser campeona, yo estaba ganando con Goldie, ella cayó al suelo y al intentar ayudarla descuidé mi globo. Aunque no lloré porque no gané, reclamé a papá que yo era su hija y debió dejarme ganar, me contestó que no siempre se gana... !caramba! pero si yo nunca había ganado.
Goldie si que lloró, pues en su rodilla se golpeó muy feo. Ella era mi amiga preferida después de mi hermana y me dio mucha pena escuchar sus alaridos gritando porque le picaba el alcohol de la cura. Luego de esto ya agotados, descansábamos. Entonces venía el juego de fútbol en plena calle, todos los padres y los hijos varones formaban los equipos, las mujeres y las niñas en las aceras daban apoyo al bando donde estuvieran nuestros padres y hermanos. Ese fue el día de las rodillas peladas, papá cayó y se golpeó tratando de evitar un gol, por supuesto que no lloró con la cura, los hombres no lloran.
Ya al anochecer, la gran cena por las competencias de las madres, donde cada una de ellas preparaba su mejor plato, el de mi madre realmente no era hecho por ella sola, papá era el mejor cocinero, y hacía que ella fuera la campeona de algunas de esas fiestas con su especial jamón de cerdo gelatinado, esto era sabroso. Una gran mesa donde todos tenían caretas o antifaz de conejos, en muchos y vistosos colores, los adultos y los niños también. Al final, el gran cine en el patio, donde montaban el telón. Era realmente divertida la fílmica de todos jugando, riendo, cayendo, bailando y comiendo.
Ya terminada esta fase, muchos debieron ser cargados a sus camas dormidos en pleno cine, mareados otros de por haber comido tantos dulces mas la rica cena y muertos de cansancio los más. De camino a mi casa iba arrastrando los pies, miraba hacia la gran mesa donde los padres tomaban asiento, riendo y levantando sus jarras de cervezas, mientras las madres acostaban a los hijos para luego regresar con los padres a seguir la fiesta.
Mi hermana y yo que siempre comentábamos los acontecimientos de una cama a otra, apenas podíamos mover los labios para responder mutuamente los comentarios que hacíamos o los planes del juego que intentaríamos en la mmmaa... ñaa.... nnaaa.
La mañana llegó, el dolor de cabeza y flojera intestinal agarro a casi todos, y como no! comer tantos chocolates sin control no era para menos. Pero en la tarde ya estaban todos jugando de nuevo, esta vez viene la repetición de la película familiar, era la edición del mejor plato y la mejor acción en los juegos. El mejor plato de esa fiesta lo ganó la madre de Rosslin, la señora Bertha con la tarta de maicena, eso estuvo rico. Fue el plato que todos pidieron repetir. No podía creerlo... pero !yo gané la mejor acción!... perdí mi globo por ayudar a mi amiga Goldie que cayó lastimando su rodilla y aunque todos compartimos con Marcel los dulces, yo fui quien inició la acción, por tanto la canasta perdida, fue para mi!... nuestros padres tenían una particular forma de enseñarnos. Cuando compartes lo que tienes con los que no tienen, lo compartido regresa a ti redoblado es, decir que cuando ayudas !eres recompensado!
Hubieron muchas fiestas del conejillo de pascuas pero esta nunca la olvidé, realmente fue muy especial para mi, yo gané la buena acción que no solo me premió, sino que me ganó también la admiración de los adultos. Después eso me sentía la preferida de todos. Creo que por eso es una de las fiestas que siempre recordaré, yo nunca hasta ese momento gané nada en las fiestas, pero en esa me fue muy bien, esa fue mi fiesta!
Esta celebración familiar no fue compartida con los nuevos vecinos, no fueron invitados, creo que no los conocíamos suficiente. Pero la realidad es que ellos celebraban otras cosas, entre ellas la muerte del Cristo Jesús clavado en una cruz, La muerte del Judas colgado, ahorcado y quemado y se la pasaban muy recogidos en casa y yendo mucho a la iglesia en una especie de duelo y luto por la pérdida. Eso lo aprendímos luego de ir al colegio con las monjitas.
Tiempo después ya compartíamos mas con los nuevos amigos del barrio y cuando ya entramos en confianza, en mi nuevo papel de traductora del grupo, mi amiga Martha me dijo lo que sus padres dijeron de nosotros por causa de nuestras actitudes de celebrar fiestas en tiempo de semana santa: esas gentes son locas. Le conté a mi madre, y mi tía riendo dijo que ella también pensaba lo mismo, por eso discutía siempre con mi padre, por no asistir a la iglesia como todos en semana santa. Era un problema cultural, pues mi madre viene de una familia muy católica, mientras que mi padre... ¿saben que nunca supe a que religión pertenecía?... cuando le pregunté el porque no íbamos a la iglesia como todos los vecinos, contestó que eso era muy aburrido. Yo pude confirmar eso cuando daban misa en el colegio, siendo aún muy niña, confirmando que mi padre nunca mentía. Ya adolescente, me parecía entretenida la misa con todo y sermón, pues era un medio que favorecía la reunión de mi grupo de amigos y amigas. Así que mientras llegué a esa etapa de la adolescencia, en el trayecto de mi niñez, aprendí a tener miedo en semana santa y a disfrutar de las fiestas familiares del conejillo de pascuas en esas vacaciones.
Se manifestaba entonces, un contraste conductual con una celebración en direcciones opuestas en el barrio de La armería, fiesta celebrando las pascuas y recogimiento en semana santa con la rememoración de la muerte de el Cristo Jesús. Así que la opinión de los vecinos frente a nuestras actitudes diametralmente opuesta a la cultura local, no se puede considerar ofensiva. Nosotros irrumpimos en una cultura, en lo que hoy yo opino refiriendo a esta vivencia, que mientras ellos sentían pena por la muerte de Jesús, creo que en mi grupo celebrábamos las pascuas de su resurrección.
Toda actitud o comportamiento social de los individuos en grupo está sujeto al tiempo, el lugar y la persona. El tiempo implica la edad de la persona y época del suceso cultural. El lugar es donde se manifiesta dicho suceso, el cual tendrá las características propias una cultura determinada, donde la persona según su edad asumirá las actitudes propias aprendidas.
Una cultura particular puede ser alterada en la forma de manifestarse cuando entra la transculturación, este es un fenómeno cultural donde la formación de la personalidad básica de los individuos puede sufrir cambios por las mezclas de nacionalidades con culturas y creencias diferentes.
Los inmigrantes acaban por ceder ante las influencias y novedades del nuevo grupo con el que tienen que interactuar, y si son minorías en esos grupos, sus influencias serán nulas, por lo que se ven precisados acatar las del grupo grande al cual se integran, perdiendo fácilmente sus raíces culturales a menos que se ocupen de mantenerla de a través de generaciones.
Con el tiempo mis aprendizajes culturales propios y extraños se confundieron para formar uno nuevo e igualmente interesante y atractivo, sin embargo mis nietos dominicanos Yruska y Xavier, asumen las corrientes culturales actuales de que semana santa es para pasear, divertirse y gozar en familia de las vacaciones de la cuaresma en playas, piscinas y comer habichuelas con dulce, del otro lado mis nietos extranjeros Lorenza y Dominic disfrutan por igual de ese tiempo con el conejillo de pascuas recibiendo y compartiendo sus canastas con huevos de chocolate y desear a todos felices pascuas de resurrección.
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